Esta noche, cuando el reloj marque las 3:00 de la madrugada, los españoles deberán atrasar una hora sus relojes, que volverán a marcar las 2:00 a.m.. Con este gesto simbólico, España da la bienvenida al horario de invierno, una práctica que se repite cada año el último domingo de octubre y que, pese a su aparente sencillez, sigue generando un intenso debate sobre su utilidad, impacto energético y consecuencias en la salud.
El cambio de hora marca el inicio de los días más cortos y las noches más largas del año. Para muchos, supone ganar una hora de sueño, pero para otros, es un recordatorio de una medida que algunos consideran obsoleta en una sociedad que ya no depende tanto de la luz solar para organizar su vida y su consumo energético.
Un cambio con historia: Del ahorro energético a la costumbre anual
El ajuste horario no es un invento reciente. En España, se implantó de forma estable en 1974, durante la crisis del petróleo, con el objetivo de ahorrar energía aprovechando mejor las horas de luz natural. La medida, promovida entonces por motivos económicos, fue adoptada poco después por el conjunto de países europeos y se consolidó como una práctica estacional regulada por la Unión Europea.
La normativa europea establece que los Estados miembros deben cambiar la hora dos veces al año: en primavera, adelantando los relojes una hora, y en otoño, atrasándolos para adaptarse al menor número de horas de luz diurna.
Sin embargo, con el paso de las décadas, el contexto energético, social y tecnológico ha cambiado radicalmente. Muchos expertos se preguntan si este ajuste sigue siendo eficaz o si ha pasado a ser un ritual sin justificación práctica.
¿Ahorra realmente energía el cambio de hora?
El argumento original del cambio horario se basaba en el ahorro energético, ya que se esperaba reducir el consumo de electricidad en iluminación y calefacción. Según estimaciones, el ahorro actual se sitúa entre un 0,5% y un 1,5% del consumo total, una cifra que, aunque no es despreciable, es mucho menor que la prevista en los años 70.
La realidad es que los patrones de consumo han cambiado: los hogares y empresas utilizan aparatos eléctricos de alta eficiencia energética y consumen energía en actividades menos dependientes de la luz solar. Además, el auge de las energías renovables ha desplazado el foco del debate hacia la sostenibilidad y la estabilidad del sistema eléctrico, restando relevancia a los pequeños ajustes horarios.
Por ello, cada vez más voces sostienen que el ahorro económico y energético derivado del cambio de hora es hoy marginal, y que su mantenimiento responde más a la inercia administrativa que a un beneficio tangible.
Efectos en la salud: Cuando una hora altera el reloj biológico
Más allá de la energía, el cambio horario tiene un impacto en la salud y el bienestar. Los expertos en cronobiología —la disciplina que estudia los ritmos biológicos— alertan de que modificar artificialmente el horario puede alterar el reloj interno del organismo.
Los efectos más comunes incluyen insomnio, somnolencia diurna, irritabilidad, falta de concentración y, en casos más sensibles, alteraciones del estado de ánimo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) destaca que niños, ancianos y personas con rutinas estrictas son los más afectados, necesitando entre dos y cinco días para adaptarse al nuevo horario.
Diversos estudios internacionales han señalado incluso un aumento puntual de los accidentes de tráfico y de los errores laborales durante los días posteriores al cambio de hora, especialmente en el paso al horario de verano, cuando se pierde una hora de sueño.
El debate internacional: Una práctica en revisión
Mientras Europa mantiene el sistema de doble horario, en otras regiones del mundo la tendencia es la opuesta.
En América del Norte, Estados Unidos y Canadá siguen aplicando el cambio de hora, aunque estados como Hawái o Arizona han optado por mantener un horario fijo. En América Latina, México suprimió recientemente el horario de verano en casi todo el país. En Sudamérica, Argentina, Brasil y Chile abandonaron hace años esta práctica.
En Europa, la Comisión Europea propuso en 2018 eliminar el cambio de hora y permitir que cada país eligiera un horario fijo —de verano o de invierno—. Sin embargo, la falta de consenso entre los Estados miembros ha pospuesto la medida indefinidamente. Algunos países, como Rusia y Bielorrusia, ya han optado por mantener un único horario todo el año.
¿Hacia el fin del cambio de hora?
El futuro del cambio horario en España y en Europa está aún por decidir. Aunque los estudios apuntan a que su impacto en el consumo energético es menor y sus efectos sobre la salud son cada vez más cuestionados, no existe un acuerdo político para eliminarlo.
La sociedad, por su parte, parece dividida. Mientras algunos valoran la hora extra de descanso que ofrece el horario de invierno, otros preferirían un horario estable que evite los trastornos biológicos y sociales que causa la transición.
Así, cuando esta noche atrases tu reloj y ganes una hora más de sueño, podrías estar participando en uno de los últimos cambios de hora si finalmente Europa decide poner fin a esta práctica histórica.
Por ahora, la tradición continúa: a las 3:00 volverán a ser las 2:00, y España, como cada octubre, volverá a vivir una madrugada un poco más larga.

