Vivimos en una época en la que el lenguaje político se ha colado, casi sin darnos cuenta, en nuestras conversaciones cotidianas. Palabras antes reservadas a los pasillos del poder hoy circulan con naturalidad en redes sociales, tertulias y cafeterías. Una de ellas, llamativa por lo gráfica y cargada de connotaciones, es “fontanero”. No hablamos del profesional que arregla grifos y cañerías, sino de esa figura que, en el engranaje político, actúa entre bastidores, lejos de los focos, para mantener intacta la imagen de un partido o sus dirigentes.
Preguntado por este sustantivo, desde el punto de vista político, hoy en día tan de moda en nuestro vocabulario informativo que llena horas, páginas y tertulias, la inteligencia artificial de Google, “Gemini”, nos devuelve este resultado y, nos aclara completamente para aquellos neófitos en esta materia su significado para que, en nuestro día a día tengamos claro de qué se está hablando concretamente:
«Aquí en España, “fontanero” usado en un contexto político generalmente se refiere a una persona que se encarga de resolver problemas discretamente o realizar trabajos sucios en un partido u organización política. La connotación es que son individuos que operan “detrás de bambalinas”, fuera del ojo público, para arreglar situaciones complicadas, silenciar escándalos o manejar asuntos delicados que requieren una acción discreta y, a menudo, poco ética.
Piensa en ellos como la persona que:
- Tapa agujeros: Evita que la información perjudicial salga a la luz.
- Arregla fugas: Se asegura de que no haya filtraciones de información sensible.
- Limpia el desorden: Maneja situaciones embarazosas o comprometedoras para el partido o sus miembros.
No es un término oficial, sino una expresión coloquial y peyorativa que sugiere la existencia de una figura que opera en las sombras para mantener la fachada de una organización política, a menudo utilizando métodos cuestionables.»
La definición que ofrece la inteligencia artificial nos deja pocas dudas: el “fontanero” político es quien tapa agujeros, repara fugas y limpia desórdenes. No con herramientas ni piezas de repuesto, sino con silencios, favores, presiones o, incluso, estrategias poco éticas. No da ruedas de prensa ni aparece en listas electorales, pero su influencia puede ser decisiva en momentos de crisis o escándalo.
Este personaje, casi invisible, encarna una dimensión oscura de la política que preferiríamos no ver, pero que, sin embargo, existe y se multiplica en la sombra. Es el precio, quizás, de una política cada vez más escenificada, donde lo importante no siempre es lo que ocurre, sino lo que se consigue evitar que se sepa.
Así pues, ya saben: probablemente haya más “fontaneros” de los que creemos, y puede que algunos estén más cerca de lo que nos gustaría imaginar. Porque en política, como en las viejas casas con tuberías oxidadas, lo importante no siempre es lo que brilla en la fachada, sino lo que gotea, silencioso, por dentro.