El reciente cumpleaños del joven futbolista del FC Barcelona, Lamine Yamal, ha desatado una controversia que va más allá de las celebraciones privadas y nos obliga a reflexionar sobre la dignidad y el respeto en nuestra sociedad. La Asociación de Personas con Acondroplasia y Otras Displasias Esqueléticas con Enanismo (ADEE) ha denunciado públicamente la contratación de personas con enanismo como parte del entretenimiento en la fiesta del jugador, anunciando acciones legales y sociales.
Lo que para algunos pudo haber sido una mera anécdota festiva, para la ADEE y para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, es una clara vulneración de la legislación vigente y de los valores éticos fundamentales. La Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad es explícita al prohibir los espectáculos o actividades recreativas en las que se utilice a personas con discapacidad “para suscitar la burla, la mofa o la irrisión del público de modo contrario al respeto debido a la dignidad humana”. La presidenta de ADEE, Carolina Puente, lo ha dejado claro: “Es inaceptable que en pleno siglo XXI se siga utilizando a personas con enanismo como diversión en fiestas privadas, y aún más grave cuando estos hechos involucran a figuras públicas como Lamine Yamal. La dignidad y los derechos de nuestro colectivo no son entretenimiento para nadie, bajo ningún concepto”.
Este incidente no es un hecho aislado, sino la triste manifestación de una persistente cosificación de las personas con enanismo. Desde hace siglos, la diferencia física ha sido objeto de espectáculo, una realidad que la campaña “Los Bufones de Velázquez” de ADEE busca denunciar y erradicar. Es desolador constatar que, a pesar de los avances sociales y legislativos, aún persisten actitudes que nos retrotraen a épocas oscuras donde la diversidad era motivo de escarnio y no de celebración.
Cuando una figura pública de la relevancia de Lamine Yamal, un referente para miles de jóvenes, se ve envuelta en este tipo de situaciones, el daño es exponencial. El mensaje que se transmite es perverso: que la discriminación es aceptable, que la dignidad de un colectivo puede ser mercantilizada para el entretenimiento. Esto no solo afecta a las personas con acondroplasia y otras displasias esqueléticas, sino que erosiona los cimientos de una sociedad que se presume igualitaria y respetuosa. Es una llamada de atención para todos nosotros, especialmente para aquellos con influencia, sobre la responsabilidad inherente a su posición.
ADEE, consciente de la situación, no solo denuncia, sino que también ofrece soluciones. La asociación trabaja incansablemente para promover la inserción laboral y el desarrollo profesional digno de las personas con acondroplasia, asegurando que nadie se vea obligado a aceptar situaciones indignas por necesidad económica. Existen recursos, formación y oportunidades, y es deber de todos apoyar estas iniciativas.
La presidenta Carolina Puente ha sido contundente: “No nos vamos a quedar callados. Defenderemos la dignidad y los derechos de nuestro colectivo en todos los ámbitos, y exigiremos que se asuman responsabilidades para que actos como estos no vuelvan a repetirse”. Es un llamamiento a la sociedad, los medios de comunicación, las empresas y las personalidades públicas: es imperativo rechazar cualquier forma de discriminación o cosificación de las personas con discapacidad.
Este episodio debe servir como un recordatorio contundente de que la empatía y el respeto no son opcionales, sino pilares fundamentales de una convivencia justa. La dignidad humana, en todas sus formas, es innegociable. Es hora de que todos, sin excepción, asumamos nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad verdaderamente inclusiva, donde la diferencia sea valorada y no utilizada como un mero espectáculo.
Manuel García Sánchez