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lunes, agosto 18, 2025

«La España que arde y el silencio de La Moncloa»

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Ocho días. Ese es el tiempo que ha tardado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en romper el silencio y, con él, sus vacaciones en el palacio de La Mareta. Ocho días de angustia, de desesperación y de pérdidas irreparables. Ocho días en los que el humo de los incendios que asolaban España se hacía más denso y, con él, la sensación de abandono.

Ocho días de silencio mientras el país ardía. La pregunta que surge de esta inacción no es solo sobre la gestión de una crisis, sino sobre la propia naturaleza del liderazgo en un momento crítico. Mientras bomberos, equipos de emergencia y miles de voluntarios se jugaban la vida, y los ciudadanos veían cómo sus hogares, sus tierras y sus recuerdos se convertían en ceniza, la voz del Estado, la de su presidente y su gabinete, era una ausencia clamorosa. No hubo comparecencias de urgencia, ni mensajes de apoyo directos, ni la contundencia de un gobierno que se siente al frente de una nación en apuros. Solo el eco del vacío, que resonaba desde la tranquilidad de unas vacaciones en Lanzarote.

La tardía aparición de Sánchez, tras la presión social y mediática, no fue un gesto de empatía, sino un movimiento calculado para mitigar el daño. Llegó a las zonas afectadas de Orense y León cuando la catástrofe ya había mostrado su cara más cruel. Demasiado tarde para quienes lo habían perdido todo. Demasiado tarde para quienes, tras el humo, esperaban ver la solidez de un Estado fuerte, capaz y, sobre todo, presente.

Las súplicas de auxilio de las comunidades autónomas, la desesperación de los vecinos acorralados por las llamas, nada pareció ser suficiente para interrumpir el descanso del presidente. Este patrón de inacción y reacción tardía no es nuevo. Lo vimos en la crisis del COVID, en Filomena, en la DANA y ahora, con los incendios. La inoperancia y la dejación de funciones se erigen, lamentablemente, como la bandera de una forma de gobernar que parece priorizar la imagen sobre la gestión.

La pregunta que la sociedad se hace es inevitable: ¿está preparada España, la cuarta economía del euro, para afrontar crisis de esta magnitud? La respuesta, a la luz de los hechos, parece ser un rotundo no. Porque cuando en La Moncloa manda la ideología por encima de la gestión, cuando la división y el frentismo son el oxígeno del poder, el país se queda sin la brújula necesaria para afrontar la adversidad.

Mientras España arde, su gobierno descansa. Y en ese lapso de silencio y desidia, se pierde algo más que patrimonio natural: se pierde la confianza en que, ante una emergencia, el Estado estará donde debe estar. Y eso es lo más difícil de recuperar.

Manuel García Sánchez

(Nota de la Redacción: Las Opiniones de usuarios y colaboradores no tiene por qué corresponderse forzosamente con la línea editorial de Almagro Noticias, la cual promueve la pluralidad de opiniones en el marco de los principios y valores sobre los que se sustenta.)
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