En Almagro ya tenemos una calle que se ha convertido en el símbolo del absurdo político: la calle Pablo Molina. Sí, esa vía que durante décadas tuvo un sentido claro y lógico —entrada desde la Ronda del Parador y salida a la calle Granada— y que hoy es víctima del vaivén partidista de quienes gobiernan en el Ayuntamiento.
Si tiramos de hemeroteca, el PSOE fue el primero en rizar el rizo allá por 2018. Jesús Santacruz, entonces concejal de Turismo y Tráfico, justificó el cambio de sentido con un argumentario de manual: “seguridad”, “peatones”, “descongestión”… Palabras huecas que apenas disfrazaban una decisión que muchos vecinos ya tachaban de imprudente y sin sentido. La realidad es que aquel giro obligaba a dar rodeos innecesarios y convertía la movilidad en un rompecabezas diario.
Hubo que esperar a que el Partido Popular, con Francisco Javier Núñez al frente, llegara a la alcaldía para devolver la cordura a la circulación. Fue en febrero de este mismo año cuando, tras escuchar a la Policía Local y a los vecinos, el PP corrigió el disparate y restableció el sentido histórico de la calle. La medida fue bien recibida porque, sencillamente, respondía al sentido común.
Pero como en Almagro la política se ha convertido en un juego de sillas, bastó con el regreso del PSOE al poder para que volviéramos a las andadas. La Policía Local, a través de redes sociales, anuncia ahora otro cambio de sentido: de nuevo, entrada por la calle Granada y salida al Parador. ¿La excusa? La misma de siempre: “mejorar la seguridad y la fluidez del tránsito”. Como si repetir el mantra sirviera de algo.
El resultado es un déjà vu vergonzoso: vecinos indignados, redes sociales ardiendo y una sensación de que aquí lo importante no es gobernar para resolver problemas reales, sino marear al ciudadano con ocurrencias inútiles. ¿De verdad no hay nada más urgente en Almagro que jugar al tiovivo con una calle? ¿No hay problemas de infraestructuras, vivienda, empleo o servicios públicos que requieran la atención del Ayuntamiento?
La calle Pablo Molina se ha convertido en el juguete de la política local, en un tablero de ping-pong donde PSOE y PP se pasan la pelota del sentido de circulación cada vez que cambian las mayorías. Mientras tanto, los vecinos siguen padeciendo el capricho del gobernante de turno, obligados a dar rodeos absurdos y soportar una inseguridad vial que no se resuelve a base de decretazos.
Lo inaudito es que ya sabemos cómo acabará la historia: cuando vuelva el PP al poder, volveremos al sentido original. Y después, el PSOE lo cambiará otra vez. Y así, una y otra vez, como si en esta ciudad no hubiera más retos ni prioridades.
Manuel García Sánchez