La Iglesia Católica tiene nuevo líder. Tras una intensa espera y la tradicional fumata blanca que ondeó sobre el Vaticano, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost ha sido elegido como el 267º Papa de la Iglesia Católica. El anuncio, realizado por el cardenal Mamberti desde el balcón de la Basílica de San Pedro con el emblemático “Habemus Papam”, desató una ola de júbilo entre los más de 40.000 fieles congregados en la plaza vaticana. El nuevo pontífice ha escogido el nombre de León XIV.
La elección de Prevost, de 69 años, ha sorprendido a muchos, ya que su nombre no figuraba entre los principales favoritos en las quinielas previas al cónclave. Sin embargo, los expertos vaticanistas ya lo señalaban como un posible candidato de consenso en caso de que las primeras votaciones no arrojaran un claro ganador. Y así ha sido. En la cuarta votación, al igual que ocurrió con Benedicto XVI en 2005, el Colegio Cardenalicio ha encontrado en Prevost la figura que consideran idónea para guiar a los más de 1.400 millones de católicos en todo el mundo.
La reacción inicial de los fieles en la Plaza de San Pedro ante el nombre de León XIV fue de cierta sorpresa, pero esta rápidamente se transformó en una ensordecedora ovación tras escuchar sus primeras palabras como pontífice: “Esta es la paz de Cristo resucitado, la paz es amada, humilde y perseverante, proviene de Dios, que nos ama a todos de manera incondicional, el mal no prevalecerá, todos estamos en manos de Dios”. Estas palabras, cargadas de un mensaje de paz y unidad, resonaron profundamente entre los presentes, incluyendo un breve pero significativo saludo en español dedicado a la vasta comunidad hispanohablante.
En su primer discurso, León XIV hizo hincapié en la importancia de la paz “en toda la Tierra” y en la unidad de la Iglesia. Tuvo un recuerdo especial para el Papa Francisco, cuyo nombre fue recibido con un unánime aplauso y vítores por parte de la multitud.
La fumata blanca, que se produjo alrededor de las 6 de la tarde, media hora después de lo previsto, tomó por sorpresa a muchos de los fieles que aguardaban en la Plaza de San Pedro el resultado de la cuarta votación. La explosión de alegría fue palpable, con escenas de emoción y lágrimas entre personas de todas las edades y procedencias.
Los momentos previos a la fumata blanca estuvieron marcados por la incertidumbre. Por la mañana, los 11.000 asistentes habían esperado en vano la primera señal de humo. La fumata negra, que finalmente apareció a las 11:51, generó una resignación generalizada, aunque muchos ya se habían emplazado a regresar por la tarde con la esperanza de presenciar la elección del nuevo Papa.
La elección de Robert Francis Prevost marca un hito en la historia de la Iglesia Católica, convirtiéndose en el primer Papa originario de Norteamérica y de Estados Unidos, un país con una significativa población católica. El presidente estadounidense, Donald Trump, no tardó en reaccionar a la noticia, celebrando el nombramiento de un compatriota y expresando su deseo de reunirse con el nuevo líder de la Iglesia.
Nacido en Chicago, Prevost cuenta con una dilatada trayectoria eclesiástica, especialmente en Perú, donde llegó a ser administrador apostólico de la provincia de Callao. Desde 2023, dirigía en Roma el Dicasterio para los Obispos, un cargo de gran relevancia dentro de la curia vaticana.
La elección del nombre papal, León XIV, no es casual. El último Papa con este nombre, León XIII (1878-1903), fue conocido por su defensa de los más necesitados y por su encíclica “Rerum Novarum”, que abordó la situación de los obreros, demostrando una preocupación por acercar la Iglesia a la realidad de su tiempo. Este precedente sugiere una posible línea de continuidad en el pontificado de Prevost, con un enfoque en la justicia social y la atención a los desafíos del mundo actual.
Con su juventud relativa para un Papa (69 años, el más joven desde Juan Pablo II), Robert Francis Prevost, ahora León XIV, asume el liderazgo de la Iglesia Católica en un momento crucial, con desafíos internos y externos que requerirán sabiduría, diálogo y un espíritu renovado. La comunidad católica mundial deposita ahora sus esperanzas en este nuevo pontífice, esperando que su guía fortalezca la fe y promueva la paz y la unidad en el mundo.