En la noche de este viernes, el Ateneo de Almagro se convirtió en el escenario de una emotiva charla coloquio. Bajo el título “Las misas yeyé en el contexto de la transición religiosa en España”, Ángel Luis López Villaverde – licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense, Doctor en Historia y Profesor Titular en la Universidad de Castilla La Mancha – ofreció una disertación que conectó el pasado con el presente. Con una gran afluencia de público, muchos asistentes revivieron el eco de aquellas míticas “Misas Yeyés” que se celebraban cada domingo en el Convento de la Asunción (Convento de los Dominicios) de Almagro, haciendo de la velada un viaje nostálgico en el tiempo.
La España de los años 60 y el reto de la tradición
En plena década de 1960, mientras España vivía bajo el régimen de Franco y el mundo se sacudía con los ecos de la contracultura, un fenómeno emergió en pueblos y ciudades: las Misas Yeyé. Estas celebraciones litúrgicas, que combinaban guitarras eléctricas, ritmos pop y letras en castellano, no solo desafiaron la solemnidad tradicional de la Iglesia Católica, sino que se convirtieron en un símbolo de la lucha por conectar con una juventud ávida de cambios. Almagro fue uno de los epicentros de esta revolución silenciosa, pero su eco resonó en toda España.
El origen de las Misas Yeyé: Entre el Vaticano II y la fiebre pop
El Concilio Vaticano II (1962-1965) marcó un punto de inflexión. La Iglesia, ante el declive de vocaciones y la desconexión con las nuevas generaciones, abogó por una renovación litúrgica que priorizara la accesibilidad. En España, sacerdotes jóvenes y progresistas interpretaron este mandato como una invitación a incorporar elementos de la cultura juvenil, entonces dominada por el ye-yé (la adaptación española del rock y el pop).
Las misas dejaron de celebrarse exclusivamente en latín, el órgano fue sustituido por guitarras y baterías, y los coros tradicionales dieron paso a canciones con aires de folk o rock. En Almagro, un pueblo manchego de profundas raíces religiosas, este cambio fue especialmente disruptivo. Los frailes dominicos, influenciados por las tendencias urbanas, introdujeron melodías pegadizas y gestos participativos, atrayendo a decenas de jóvenes que antes veían la misa como un ritual obsoleto.
Almagro: Un pueblo entre la tradición y la modernidad
Almagro se convirtió entonces en un laboratorio de experimentación religiosa. Las Misas Yeyés aquí no fueron un mero espectáculo: eran un intento genuino de diálogo. “Queríamos que los chavales sintieran que la Iglesia no era un museo, sino un espacio vivo”, explicaba décadas después un sacerdote en entrevistas locales.
Sin embargo, no todos aplaudieron. Sectores conservadores de la feligresía tacharon las misas de “irrespetuosas” y alertaron sobre la “influencia del pecado moderno”. Incluso hubo denuncias a las autoridades eclesiásticas, aunque el régimen franquista, atrapado entre su alianza con la Iglesia y su represión a la cultura juvenil, optó por mirar hacia otro lado en muchos casos.
Expansión por España: De Madrid a Barcelona, un fenómeno nacional
El fenómeno no se limitó a Almagro. En ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, capillas universitarias y parroquias obreras adoptaron el formato. En Barcelona, por ejemplo, el movimiento estuvo ligado a la Nova Cançó, fusionando catalanismo y fe. En Madrid, grupos de jóvenes músicos católicos compusieron himnos que mezclaban letras espirituales con armonías cercanas a The Beatles o Joan Baez.
Estas misas también sirvieron como refugio para una generación que buscaba espacios de libertad bajo el franquismo. “Era una forma de rebelarnos sin salirnos del sistema. Cantábamos a Dios, pero con nuestra música”, recuerda María López, una asistente habitual a estas misas.
La controversia: ¿Renovación o herejía?
La jerarquía eclesiástica española mantuvo una postura ambivalente. Mientras obispos más aperturistas, como Tarancón, veían en las Misas Yeyé una “oportunidad pastoral”, otros las consideraban una amenaza a la ortodoxia. En 1967, un documento interno del Arzobispado de Toledo llegó a prohibir “el uso de instrumentos profanos en la liturgia”, aunque su cumplimiento fue irregular.
El debate trascendió lo religioso: era un reflejo de la tensión entre una España tradicional y otra que anhelaba modernizarse. Para los jóvenes, estas misas eran un símbolo de identidad; para sus críticos, una muestra de “degeneración”.
Legado de las Misas Yeyé: Entre el olvido y la nostalgia
Con la llegada de los 80, el fenómeno se diluyó. La transición democrática, la secularización creciente y el surgimiento de nuevos movimientos musicales relegaron las Misas Yeyé a un capítulo curioso de la historia. Sin embargo, su impacto perdura:
- Innovación litúrgica: Abrieron camino a formatos más participativos, como las misas con coros modernos.
- Conexión intergeneracional: Demostraron que la fe podía adaptarse sin perder esencia.
- Memoria colectiva: Para muchos, fueron su primer contacto con una Iglesia cercana.
En Almagro, hoy se recuerdan con una mezcla de nostalgia y orgullo. Cada cierto tiempo, exposiciones o charlas reviven aquella época en la que Dios sonaba a guitarra eléctrica.
Las Misas Yeyé fueron más que un experimento musical: fueron un acto de rebeldía contra el inmovilismo, un puente entre dos Españas y un testimonio de cómo la fe puede reinventarse sin traicionarse. En Almagro y en el resto del país, quedan como un recordatorio de que, incluso en tiempos de represión, la creatividad y la juventud siempre encuentran su camino.