En el corazón del Campo de Calatrava, Almagro, una joya histórica del Campo de Calatrava, despliega su encanto incluso en los meses más fríos del año. Las bajas temperaturas que dominan el invierno en España no impiden disfrutar de sus calles empedradas, de sus casonas históricas y de su incomparable Plaza Mayor, un espacio que rezuma historia y estética. Envuelto en un abrigo grueso y bajo los rayos del sol invernal, pasear por Almagro es sumergirse en un pasado glorioso que aún late en cada rincón.
Historia viva en cada esquina
Fundada tras la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 sobre los restos de un castillo árabe, Almagro se convirtió pronto en un importante enclave gracias a la Orden de Calatrava. Fernando III el Santo otorgó fueros a la villa en 1222, y durante el reinado de Alfonso X el Sabio, en 1273, Almagro fue sede de Cortes, consolidando su relevancia política y económica.
En el siglo XIV, ya contaba con murallas, carnicerías, un pósito, una cárcel, y la Parroquia de San Bartolomé el Viejo. La villa prosperó durante el siglo XVI gracias a las rentas mineras gestionadas por los Fugger, banqueros alemanes que dejaron su huella en la arquitectura con casas solariegas como la de los Welser y los Xedler. Sin embargo, el auge de Almagro comenzó a decaer a finales del siglo XVII, favoreciendo el crecimiento de la vecina Ciudad Real.
La Plaza Mayor: El alma de Almagro
La Plaza Mayor es el corazón latente de Almagro y su más icónico atractivo. Este espacio alargado y homogéneo, con ochenta y una columnas de piedra caliza que sostienen galerías acristaladas en tonos verdes, es una muestra viva de la evolución arquitectónica manchega. Aunque su origen se remonta al siglo XIII, la plaza fue profundamente remodelada en el siglo XVI y nuevamente en el siglo XIX, momento en que se privatizaron y acristalaron las galerías superiores.
En sus inicios, la plaza tuvo un marcado carácter comercial y funcionó como centro de actividades públicas y privadas. Durante siglos, sus soportales ofrecieron refugio a comerciantes y ciudadanos frente a las inclemencias del tiempo. En el pasado, también albergó corridas de toros, una tradición que moldeó su configuración final, con graderíos en los soportales y galerías superiores destinadas al público.
Monumentos y espacios únicos
Uno de los elementos más singulares de la plaza es la Casa del Señorío de Molina, que destaca por romper la uniformidad de los soportales con su fachada de dos planos. Además, en la transición hacia el resto del casco histórico, los edificios muestran una evolución arquitectónica que refleja el paso del tiempo, con galerías tabicadas que conservan su estructura original de madera.
En la plaza, el Corral de Comedias, único en su tipo en Europa, es un recordatorio de la importancia cultural de Almagro, que cada verano se convierte en el epicentro del teatro del Siglo de Oro durante el Festival Internacional de Teatro Clásico.
Almagro en invierno: Una experiencia irrepetible
Caminar por Almagro en invierno es descubrir una villa donde la historia, la arquitectura y la cultura convergen. A pesar del frío, los días soleados permiten admirar los detalles de sus casonas señoriales, sus iglesias y sus calles cargadas de tradición. La Plaza Mayor, con su característico verde norteño, se alza como un lugar donde el pasado medieval y renacentista se entrelazan con la modernidad.
Con cada paso, se aprecia la huella de los siglos en sus piedras, columnas y maderas. Almagro no solo invita a descubrir su historia, sino también a vivirla, convirtiéndola en un destino imprescindible para los amantes del arte, la cultura y la tradición.