“Hoy, en Almagro, el “Cristo de la Agonía” de la Hermandad de Santiago Apóstol no ha podido recorrer las calles en procesión debido a las inclemencias climáticas que se han interpuesto en su camino. Es un día de contrastes, donde la esperanza se mezcla con la resignación, y la fe se une a la comprensión de que hay fuerzas más grandes que nosotros mismos.
Para cada uno de nosotros, cofrades, la experiencia de las procesiones puede ser única y diferente. Sin embargo, todos compartimos un ritual común: la preparación meticulosa de cada detalle, desde vestir a las imágenes hasta engalanar las carrozas y atributos. Es un acto de devoción que nos une y nos prepara para lo que está por venir.
Pero es cuando cubrimos nuestros rostros con la tela del capirote cuando las emociones se desatan con mayor fuerza. Es un momento de conexión profunda, donde recordamos a quienes ya no están entre nosotros, hacemos promesas a Dios, agradecemos por superar adversidades o pedimos por un mundo más justo y compasivo.
En ese instante de recogimiento y oración, los sentimientos fluyen con intensidad. Es un tributo a la memoria de familiares y amigos, una expresión de amor y gratitud que se manifiesta en cada paso que damos.
En cada procesión, experimento un torrente de emociones que van desde la melancolía hasta la ilusión, pasando por la devoción y la tristeza. Es una amalgama de sentimientos que se entrelazan y se magnifican ante la solemnidad del momento.
Pero lo que más me conmueve es ver a la gente unida en esos días, compartiendo la misma fe y devoción. Es un hermoso homenaje a nuestro Salvador, una manifestación de unidad y esperanza que trasciende las fronteras del tiempo y el espacio.
Aunque hoy el Cristo de la Agonía no haya podido salir en procesión, su presencia sigue viva en nuestros corazones y en nuestras oraciones. Que su sacrificio y el sufrimiento de sus seres queridos nos inspiren a vivir con compasión y amor, recordándonos siempre que la fe es más fuerte que cualquier adversidad”.
